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Adri en el país de las Maravillas

Diez de la noche y justo termino de pelearme con las máquinas de acero. Cruzo el umbral hacia el vacío y… ¡Oh sorpresa! Llueve a mares. Pasa por delante de mí un 33 y lo despido desafiante. “Hoy no me tientes, me apetece caminar”. Así que cual autómata mis pies empiezan a dirigirme no sé muy bien hacia donde. Uno, dos, uno, dos. Ni idea de cuánto tiempo ha pasado pero de repente me veo a mí misma hipnotizada observando un semáforo. El muñequito verde me hace señas con la mano. No me muevo, lo miro incrédula,  por supuesto, mientras el cielo descarga su furia sobre mí. Debo parecer un pollo recién salido de la bañera. Una señora me toca el brazo “está verde, puedes cruzar”, me dice. No le presto mucha atención pero mis pies comienzan a caminar de nuevo.

En el siguiente semáforo mi mente vaga por lugares bastante lejanos a la Plaza Aragón –que es donde me encuentro-. Esta vez el muñequito es rojo y no me mira, ni siquiera un ademán de saludo –qué decepción- ¿Estaré soñando? El que si me saluda es un tipo que se detiene a mi lado. Está fumando un porro y el olor invade por completo mi espacio vital. “¡Chiquilla! Vas a terminar como un perrillo mojaó, como yo”. Entonces frunzo el ceño, inclino la cabeza y lo observo. “Definitivamente esto tiene que ser un sueño. Si no, con la que está cayendo se le habría apagado el porro”. Así que lo ignoro y continúo con mi camino hacia ninguna parte.

Uno, dos, uno, dos… Mis pies parecen guiados por el mismísimo demonio porque cada vez estoy más mojada. De repente paro y analizo. A mi derecha a unos porches que se extienden a lo largo de todo el paseo por el que llevo caminando, ¿cuánto? y sobre mí el inmenso cielo furioso. Pero me importa un carajo y sigo a lo mío.

Me detengo ante un escaparate. Una maniquí que sostiene sofisticada un paraguas bermellón me guiña un ojo burlón. “Oye bonita, que a ti nadie te ha preguntado nada”, pienso para mis adentros… Definitivamente estoy soñando -hablar con maniquís todavía no estaba entre mis muchas habilidades-

Una hora después, giro la llave de casa. Cuando el espejo me devuelve mi reflejo, despierto del sueño y me viene a la cabeza lo del perrillo mojaó –que es realmente lo que parezco- Sin embargo, quizá siga inmersa en ese mundo extraño por el que he buceado durante largo rato porque abro el balcón y la lluvia me hipnotiza de nuevo. ¿Me habré enamorado de una nube? ¿Me habrá hechizado con su líquido poderoso? No la veo, está demasiado oscuro. Mañana abriré de nuevo el balcón a ver si sigue ahí, esperándome. Cuando cierro la balconada tropiezo contra él. Mi conejo me está mirando fijamente y se saca una flor de la chistera. Definitivamente no estoy soñando, me he convertido en “Adri en el país de las maravillas”.

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PD: No se si Alicia después de su viaje necesitaría Frenadol, creo que yo sí...

1 comentario

smi -

Sigue escribiendo que es bonito. Me ha gustado mucho. Pero me gustaría saber si era verdad o un sueño.
bessssss....itosssssss