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SAN VALERO ROSCONERO

Felicidades a todos los Valeros, Valeras, Valerianos/as y similares. Desde que tengo uso de razón este ha sido un gran día. San Valero es estupendo, si, pero a mi sinceramente me importa un carajo… La realidad es que este día suponía un agradable paréntesis en la semana y podíamos dormir un poquito más. Últimamente, el patrón de mi querida ciudad ni siquiera me traía estas alegrías. Ser periodista implica trabajar  también los festivos, pero este año ha habido muuuuuucha suerte. Aunque por alguna extraña razón San Valero ya no va asociado con la palabra ‘dormir’.

El precioso tiempo, otra vez la palabra tiempo acapara mis más oscuras obsesiones, me sigue ganando la batalla. Y ahora San Valero es un aliado en ese pulso a muerte a las traidoras manecillas del reloj. De manera que se ha convertido en una de esas oportunidades para ensalzar la palabra amistad  y hacer un maratón ‘amiguil’, un empacho de buenos recuerdos, risas, nostalgias, que a veces son mejor medicina que diez mil sobres de ibuprofeno de 600 mg (lo siento, aún soy química…). Tras escasas 4 horas de sueño, así tengo esta cara de capullo (en el buen sentido), he recibido mi dulce sobredosis.

 

Primero te encuentras con una de esas sonrisas que forma parte de la historia de tu vida, ¿algo así como 26 años? Y resulta que le ha crecido la barriga. Y resulta que mientras yo me empeño en ganarle esta estúpida batalla al tiempo, su barriga me hace recordar que las cosas importantes no se miden con un reloj de arena. ¡Mierda! ¿Cómo puedo ser tan tremendamente descastada? “A dios pongo por testigo” que voy a seguir esa barriga, aunque tenga que hacer un puzzle de mil piezas con eso tan ajeno a mí llamado ‘tiempo libre’. Después, la dosis de carcajada mi SOS personal. Claro, en el día del Santo también tenía que estar ahí. Tu vida da diez vueltas de campana, haces el pino sin manos cuando tu sentido del equilibrio amenaza con dejarte con el culo al aire y ahí está, cuidando que no te partas la crisma.

“¿Un vermú?

No, no, un mosto, mi sangre no tolera más alcohol…”

Media sonrisa…

Y una laaaaarga charla. Adoro a San Valero. ¿Por qué seré agnóstica si los santos nos dan tantas alegrías?.

Y un recuerdo, el dedicado a la gente que me hace sonreír. Esa gente que me invita a levantarme cada mañana ‘sin cara de acelga’. Esas personas que consiguen que cada día, o al menos un ‘de vez en cuando’ que al final se convierte en un ‘a menudo’, sea como un San Valero más. No es fácil parar el tiempo, no es fácil ganarle la batalla, pero a veces hay gente (maravillosamente curiosa, lo curiosean todo, si) que hace que todo se detenga.

Me tendré que rendir a la evidencia y darle las gracias a San Valero por exisitir…       

 

“Juntos coleccionamos derrotas

botellas vacías

y puestas de sol”

 

 

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