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El tiempo pone a cada uno en su sitio

Más por falta de ganas que de tiempo. Más por falta de inspiración, que de memoria histórica (hay muchas cosas por contar). Más por elección, que por decepción. El caso es que no acertaba a hilar dos letras seguidas pero aquí estoy, para contaros una de vaqueros.

“Era una calurosa tarde de agosto. La solana picaba con malicia en las áridas tierras de Jony Capotes. Cinco años buscando el mejor ganado por todo el condado y otros tantos ejerciendo de abnegado ganadero, habían dado como resultado una próspera hacienda en la que los días se sucedían al compás de la ciercera. El negocio daba dinero y pocos problemas. Quizá la tediosa rutina se había convertido en el mayor de los inconvenientes.

Desde que quemó sus últimos calzones infantiles, a Jony le brillaban los ojos cada vez que un vaquero bordeaba sus terrenos a lomos de un bravo corcel. Esas botas, ese sombrero de cuero raído, esas pistolas bien encajadas al borde de la cadera…

Serían los enajenantes efectos del amigo Lorenzo, o sería la divina providencia, pero un espejismo arrojó ante las narices del ganadero su viva imagen en medio de una reyerta, pegando tiros a diestro y siniestro. Aquella tarde de agosto, Jony decidió dejarlo todo, comprarse un caballo, un par de recortadas y un sombrero de piel curtida. Al día siguiente, sus animales comenzaron el principio del fin, pero el sueño de toda una vida tomó alas. Jony buscó ese espejismo y luchó por hacerlo real.   

Se hizo vaquero, día a día, mes a mes, año a año y terminó peleando junto a aquellos que tanto admiraba. Su carácter decidido y su templanza, siempre fruto de sueños infantiles, le hicieron un hueco en ese duro panorama. No era el mejor tirador, ni el mejor cabalgando, ni el mejor en los tratos verbales. Sí era diferente. Sencillamente, único y diferente.

El camino no fue fácil. Siempre tuvo que lidiar con esos vaqueros que cercan su territorio e intentan exterminar a aquel cuyo nombre comienza a sonar, quizá, más fuerte que el suyo. Y hubo muchas tardes de verano en las que este hombre con sueños infantiles estuvo a punto de tirar la toalla.

No fue por falta de ganas de aquel Sheriff, orondo y algo analfabeto. Con su placa brillante, fruto de chupársela a algún otro necio con los mismos escrúpulos (es decir, ninguno), intentó hacer de su propia biblia una ley popular. Jony no tenía evangelios en esa biblia y el Sheriff iracundo apretó el gatillo en varias ocasiones, sin éxito. A dios gracias.

Fueron malos tiempos, duros, pero Jony no claudicó y siguió peleando.

Hoy es uno de los vaqueros más ancianos, respetados y temidos del condado. Los suyos, los que nunca le fallaron, continúan a su lado. De vez en cuando echan una partida y recuerdan aquellos años de batalla campal contra el orondo analfabeto. El Sheriff murió ahogado en su propio vómito una noche de borrachera. No tuvo entierro, nadie sabe donde descansa su cadáver, ni falta que hace......"

Moraleja: El tiempo pone a cada uno en su sitio

4 comentarios

Smi -

¡Jony sigue luchando!, que el Sheriff antes de morir ahogado en su vómito, no disfrute viendo claudicar al vaquero.Alla en "la casa de la pradera" se entristecen por ello. Tus amigos te animaran a tirar para adelante
ANIMO COWGIRL

Pitufo Cantinero -

A veces el regalo más pequeño, el pitufo regalo, es el más grande. Gracias cowgirl.

Se te echará de menos por el Far West de Torrero

Smi -

En este relato del Oeste faltan de salir personajes, la familia del vaquero (que puede ser varón ó hembra), el tahur, el cantinero, el enterrador, etc. etc., poco a poco iran opinando.
Besitos

Smi -

La fábula me parece preciosa y dice mucho de tu capacidad para escribir.Pero me sigo preguntando ¿como puede haber gente tan mala e impresentable? es porque son tan ruines que miran solo su supervivencia.
De la moraleja,"EL TIEMPO PONE A CADA UNO EN SU SITIO", bueno pero que sea pronto.