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EN VENTA

Las noches cada vez son más cortas. Tanto robarle minutos al sueño, que el sueño se apodera de mi vida cada segundo de mi existencia. Y es que si quieres trabajar (en exceso, como es mi caso), tener una mínima vida social –para que tus amigos no olviden tu cara, tu sonrisa, el sonido de tu voz (en mi caso lo de olvidar el sonido de mi voz es más complicado…)- , leer, escribir y dedicarte tiempo, sin olvidarte de ti mismo, (hasta ahí todavía no he conseguido llegar) pues tienes que saquear tus noches o mal vamos. Y tanto robo a mano armada puede terminar pasando factura. Puede que llegue un día en el que simplemente no puedas levantarte de la cama. Hoy ha sido ese día y lo peor de todo es que la cura de sueño ni llega, ni tiene visos de llamar a mi puerta en breve.

Un amigo, de los que siempre valoró su tiempo de ocio por encima de todo, me decía el otro día que había claudicado a la trampa de esta rueda infernal. Y si él ha claudicado, mal vamos.

¡¡Massnu!! ¡¡¡Resiste!! Sin ti me quedo sin referencias. Una vez te dije que cuando decidiera disfrutar de la vida te llamaría… ¿A quién voy a llamar ahora?

Y la realidad es que la alternativa es demasiado descafeinada para valorarla siquiera. Una vida con colchón, con pijama de franela pero sin condimento me deja con hambre.

Precisamente hoy, cuando mis huesos, mis músculos y mi cerebro estaban a punto de pulsar la tecla de ‘off’ ha llegado esa chipa que activa mis entrañas para seguir luchando en esta jungla.

El cámara y yo caminábamos por uno de los centros comerciales de esta ‘entrañable’ ciudad cuando una mujer ha proferido un tremendo grito.

 

“¡Dios mío! ¡Eres Adriana!... ¿Tú sabes la cantidad de buenos ratos que me has hecho pasar? ¿Sabes las reuniones familiares que ha habido en mi casa en torno a la televisión para verte en tus entrevistas y reportajes? Eres un tesoro”

 

Me ha dicho. Me ha plantado un par de besos y un abrazo. Y en una semana sensible como ha sido la presente, este momento me ha tocado la fibra. Una vez más, he sentido el cariño de la gente. Este trabajo tiene esa recompensa, personas que te abrazan sin conocerte porque les has hecho feliz en algún momento de la semana, del mes o del año.

 

Sin embargo, lo que necesitas es el abrazo de esa amiga que ayer te estuvo esperando casi una hora porque tenías que hacer una entrevista, ese chico con el que te mueres por tomar una cerveza y tu crucigrama calendarizado te lo pone crudo o esa incondicional que lleva casi un mes conformándose con tu voz telefónica. Hoy yo me vendo por ese abrazo. Hoy pongo en venta mi tiempo, mi sonrisa y mi resistencia porque no tengo dinero para pagarlo.

Parece que mi camara lenta
Ya perdio la cuenta
Y no esta contenta
Mi muñeco vudú
Se perdió en la tormenta
Con mil alfileres clavado
En mi corazón en ventaa
Que nadie viene a comprarlo,
Mi corazón en venta.

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