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Dedicatoria a las almas retornables

Hay algo que siempre he tenido claro, muchas veces en la vida en lugar de caminar hacia delante perdemos el tiempo trazando círculos. Nos regodeamos en los resquicios de ‘lo que fue’ y nos olvidamos de ‘lo que será’. Caemos en la telaraña del eterno retorno, esa regresión necesaria que cada cierto tiempo nos hace las veces de aspirina en caso de mareo.

Sin darnos cuenta, nos encontramos sentados frente a la pantalla del televisor viendo la temporada recauchutada de House –nos sabemos los capítulos de memoria-, o llorando de nuevo con “La vida es bella”, o quizá leyendo por enésima vez ese volumen de Reverte que nos traslada a una trinchera que ya hemos trillado en variopintas ocasiones. La cuestión es volver, revivir, sentir las sensaciones olvidadas que una primera vez quizá pasamos por alto. Y es que es posible que con este ritmo de vida necesitemos siempre segundas oportunidades para saborear y sacar todo el jugo a la vida. Lo bueno es que cada día estoy más segura de que afortunadamente esas segundas oportunidades la mayor parte de la veces llegan. Si, el eterno retorno.

Los amigos, si realmente lo son, te dan nuevas oportunidades. Los amores malogrados, a veces no se suben al primer tren, o si lo hacen, esperan en la siguiente parada a que se levante el telón de un segundo acto. Las series, si han de ser míticas, nos persiguen ocupando distintos papeles según el momento de  nuestra vida en el que aparezcan. Las canciones nunca mueren, mueren las cintas, los discos de vinilo, pero la memoria no falla y ese revival –tan de moda en estos tiempos que corren- se convierte en el abanderado de nuestras bandas sonoras.

Y dentro de este círculo vicioso, abogo por salir del ‘otra vez’, por abandonar la tediosa rutina. Aunque la vida nos regala personas y situaciones inevitables, siempre es posible reservarles una hoja en blanco, meterlas en una botella y tirarla al mar para que las olas se la beban en uno de sus iracundos arrebatos.

Guardo un recoveco en el alma
Que recuerda tu cara
Como nadie la vió
Río ,lloro y paso de todo
por el bien de los dos

El eterno retorno es también inevitable, siempre pensé que estaba ligado al destino aunque ahora comienzo a dudarlo.

Si nos ha de suponer una sonrisa, vivamos ese retorno. Si ha de hacernos llorar, el día que llame a nuestra puerta, es mejor echar la llave.

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