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Y llegó el día del Kart

Eran las cuatro de la madrugada y una argentina de pura cepa me dijo algo así como….

 

“Pero che, ¿vos sabes que son las cuatro? Me matan las piernas nena. En tres horas nos levantamos….”

“Venga, la penúltima y a casa”, le decía con cara inocente.

 

Yo manteniendo mi ritual de no pronunciar nuca la palabra ‘última’, a partir de las 12 de la noche, pecado mortal…

La barra nos delataba con una amplia colección de botellines vacíos de Quilmes y es que fue una noche con auténtico sabor Argentino.

Sabor amargo y patético según el camarero que casualmente (y sólo casualmente) también era argentino. Pero el caso es que a mi me supo a gloria bendita. Yo estaba protagonizando una noche revival –antes escribo del eterno retorno y antes la eternidad invade mi espacio vital y me invita a la quinta Quilmes- serán cosas de la vida.

Exactamente quedaban doce horas para retomar mi jornada laboral. Me esperaba un reportaje en el club de tenis. “Búscate la vida y entrevista a algún chaval o alguien interesante del torneo Futures”, me había dicho mi jefe. Si contamos las ocho horas de sueño habituales, quedaba poco espacio para nada más. Sin embargo, exprimir la vida es una de mis especialidades y, cómo no, volví a poner en práctica esta habilidad.

 

Capeé el eterno retorno de la mejor manera posible y aún me quedaban dos horas y media para descansar mi cuerpo y mi mente.  Suficiente, según la evidencia de los últimos tiempos.

 

Había llegado el momento de entregar a los flamantes ganadores del concurso del Play Zaragoza su ansiado premio, una mañana de carreras en el circuito de Karts de la Ciudad del Motor de Alcañiz. A las 8 de la mañana una furgoneta me esperaba para partir hacia la tierra prometida del polvo y la goma quemada.

El condimento de la furgo: un conductor con mucha paciencia (reconozco que soy un coñazo si alguien tiene que aguantarme una hora de viaje…), una copiloto estupenda (o sea, yo), una Argentina en la parte de atrás en estado febril tras la correspondiente sobredosis de Quilmes y una manzanita que se encargaba de aportar al trayecto la ración justa de ironía. De propina, otro coche a la zaga con la parte verdaderamente importante de nuestro equipo televisivo: un cámara llegado del sur, un productor roquero, un realizador Fitipaldi y un comercial con camisa de Ralph Lauren. ¿Quién da más?

En la primera parada en busca de cafeína ya se mascaba la tragedia. Un simple bar de carretera y una camarera que creo que todavía sigue buscando nuestros nombres en frikipedia.

Los frikis unidos jamás serán vencidos

Aterrizamos media hora tarde en el destino, pero como nuestra presencia era insalvable (portábamos los trofeos, entre otras cosas) los sufridores espectadores del Play nos esperaban pacientemente.

 

“Esa pandilla es la que se encarga de amenizar nuestras noches de los lunes. Dios, hagamos zapping”, supongo que pensarían cuando nos vieron aparecer en todo nuestro esplendor.

Luego rectificaron al ver que somos los mejores al volante, claro…

Tras el reparto de equipos, de cascos y cumplimentar los correspondientes formularios para asegurar nuestras vidas (y yo me reía, si si) comenzaron las carreras. El Play se distribuyó de manera equitativa, redactores contra realizadores y comercial. Bueno, mis compañeros de lucha no estaban conformes en lo de equitativo, pero tenerme a mí en el equipo bien vale una guerra.

Comienzan las pruebas.

 

“Tengo miedo, estos coches corren mucho…”

“No te preocupes Adri. Tienen mucha estabilidad y es casi imposible sacarlos de la pista”.

“Ya, pero a mi se me dan estupendamente las cosas imposibles”

 

Seguda vuelta, Adri en la arena comiendo piedras y con las ruedas del coche a la virulé. Y mi querido negro azuzando al cámara para que no se perdiese ni un segundo de los que pasé sentada en mi Kart con las manos en la cabeza. Ay, si era imposible, si.

 

Pero lo peor estaba por llegar. Comienza la carrera, mis compañeros logran posicionarnos en sexto lugar. El Kart número cinco es nuestro rival. Intento coaccionarle con una invitación a cerveza cuando finalice la carrera, no da resultado. Me toca. Me subo, acelero, el número cinco se aleja…segunda vuelta…aparece un coche de la nada y me pego un tortazo que aún sigo dando gracias a dios por haber sobrevivido. La argentina toma la curva, del susto se inventa un nuevo trazado del circuito y hace vuelta rápida comiéndose tres curvas.  ¡Eso es trampa señorita Quilmes!

Y así, entre tortazo, salida de pista y más de un acelerón concluye la cita. Sextos y séptimos es el cómputo global del Play.

Todos contentos y yo coja y despeinada hago las veces de azafata y entrego los trofeos a los camicaces que han ganado la carrera.

 

Misión cumplida. A las cuatro y media de la tarde yo estaba en el Club de Tenis haciendo mi repor, con un gran recuerdo de una mañana de play y una cojera que bien vale una guerra.

 

1 comentario

Sol -

Después de leer esta crónica de un sabado resacoso, sólo puedo decir una cosa:
" Eres real?????????????????"
Una frase q me marcará para el resto de mi vida...y la cara de un borracho, con la que tendré mis peores pesadillas....
yo creo que fue todo culpa de la cantidad de Quilmes ingerida....jajajaja