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SIEMPRE NOS QUEDARÁ LA EXPO

Las cosas pasaron muy deprisa, los recuerdos tan despacio. Son tan breves tus sonrisas, tanto tiempo el que he esperado. Para mi jamás te fuiste porque el mundo se quedó parado. Aunque ha sido un poco raro…..

 

Tan raro volver a vivir si ti. Tan raro olvidar tres meses cargados de risas, momentos irrepetibles, gente que nunca volverá...Tan raro, como el día que vi que te tiraban abajo. Que derrumbaban sin miramiento una pequeña parte de mi pasado reciente. Y es que las cosas pasaron muy deprisa. Nunca pensé que 90 días pudieran precipitarse en mi vida como lo hicieron. Pero el recuerdo me acompañará siempre. Yo pasé por la EXPO y me quedé en ella.

 

Hacía mucho que no me veía. Nuestras miradas no se cruzaron pero él si pudo seguir mis movimientos. Lo que más le sorprendió fue mi risa cantarina. Yo caminaba junto al cámara camino de mi búnker particular y pudo apreciar que estaba radiante. Había recuperado parte de la felicidad que me habían arrebatado las circunstancias. El color había regresado a mis mejillas mortecinas.

 

En aquellos meses las horas perdieron todo su sentido, porque el mundo se había quedado parado. Cada reportaje era un nuevo descubrimiento. Cada cara, cada lugar eran diferentes e irrepetibles.

 

Hay imágenes grabadas en mis retinas y en las de muchos otros, doy fe. Aquella semana en la que todos los japoneses que visitaron la EXPO bailaron al son de mis palmas estupendas jotas aderezados con fajín, castañuelas y chaleco baturro quedan para la historia de esta Exposición Internacional.

 

“Te sales de la línea editorial”, me decían mis jefes. Que más da si estas haciendo algo que a una persona entre un millón le alegra le existencia.

Días después, estaba yo pateando la EXPO de mis amores y  se me acercó un entrañable zaragozano que me dijo:

“He estado enfermo muchos meses y en el hospital no veía llegar el momento de que por fin cayera la noche para verte. Para disfrutar con tu sonrisa y que me llenaras de alegría mis tristes horas enfermas”.

No lloré, pero no fue por falta de ganas. Por este señor merece la pena soportar todas esas charlas de la línea editorial. Para él y para muchos otros como él mi sonrisa.

Aquel día que salí  a la avenida principal de la exposición con varios vasos llenos de agua para “refrescar a la gente” también queda para la memoria histórica. “¡Bautízame bonita!”, me decía alguno. Y yo, ni corta ni perezosa, zasca, chapuzón que te va.

Hubo besos que valen su peso en oro, por lo menos para las cientos de fans que me tiraban de los pelos antes y después...

 

 

Hubo deporte periodístico. Y es que cada vez que había que tirarse por algún sitio, ahí estaba Adriana para poner su porte y su carsima. Madre mía, el día de la Gimcana casi no lo cuento...

 

 

 

A las 11 de la noche se daba el toque de queda. Terminaba el último directo del día y se cerraba el chiringuito. Sin embargo, yo seguí allí. Me perdía en alguno de los conciertos del anfiteatro. Mi querido Manu fue mi fiel escudero en muchos de ellos. Disfrutamos como niños de un mundo paralelo que nos daba un respiro, un paréntesis que supimos exprimir bastante bien.

Aprovechaba para disfrutar de todos los matices que adquiría el Ebro con el reflejo de una expo en sus entrañas. Supongo que nunca volverá a lucir tan seductor. El río sigue ahí, a la vera del Pilar, pero ya no es el mismo.

 

 

Y las playas fueron punto de encuentro de muchas noches en vela. No había chapuzones pero sí sobredosis de buen rollo y desconexión hasta límites insospechados.

Allí las amistades se forjaron. La Expo unió corazones, rompió otros.

Como si fuera ayer, me veo a mi misma delante del palacio de congresos. Era el último día de Expo y todo el mundo estaba exultante de felicidad. El cansancio había empezado a hacer mella en todos –extrañamente en mi no-.

Aquel día yo tenía que hacer 5 falsos directos en apenas dos horas. El último era a la orilla del Ebro. Había cientos de personas esperando ver los fuegos artificiales, los que sellaban un verano ecléctico. Mi función era hablar con ellos y explicar lo que estaba a punto de suceder, hablar de la pirotecnia en ciernes. Y fue entonces, alcachofa en mano y cámara encendida cuando comprendí que aquello llegaba a su fin. La Expo agonizaba y yo con ella.

Hice el último falso directo y corrí con la cinta a plató. La policía no me dejaba salir del recinto, el tiempo se agotaba y peleé a capa y espada para que me dejaran pasar las barreras de aquella fortaleza que estaba a punto de derrumbarse. Llegué ‘in extremis’, pero llegué. Salió mi directo segundos antes de que comenzaran aquellos fuegos artificiales que clausuraban mi sueño de muchas noches de verano. Manu estaba en el ático del Acuario no se muy bien con quien, no me quedó claro tras su llamada, aquello era el fin.

 

Varias lágrimas se derramaban por mis mejillas. Unas mejillas que el 15 de julio habían resucitado a la vida y ahora se preguntaban qué iba a ocurrir. ¿Otra vez la transparente palidez de la rutina?

Tronó el último petardo y mi corazón dejó de latir a la espera de un futuro incierto.

Y llegó la nueva temporada, sin tregua, sin tiempo para reposar.

Y me planté en la que había sido mi morada durante meses y que ahora parecía la guarida de un extraño. Nuevos ojos me miraban con recelo. ¿Quién era? ¿Qué hacía allí? Sin duda estaba fuera de lugar.

Pero el tiempo, maldito, pone siempre las cosas en su sitio.

Las amistades forjadas bajo los cementos de la EXPO volaron cual pájaro en busca de nuevos horizontes. Los fieles escuderos siguieron en la sombra, intentando sobrevivir en esta jungla, aunque siempre al otro lado de la línea telefónica para aparecer en el momento justo. (El olvido nunca se hará dueño de nuestros corazones).

Y una mañana de verano, de esas que ya anunciaban que el pasado estaba tocando su fin, apareciste junto a una cacatúa tras mi pitufo azul. Menos mal que a veces las primeras impresiones no son las que manejan los hilos de tu vida. Y sin pretenderlo algunas cosas se fueron por la borda pero otras se bordaron con hilos de seda. Para cuando te vayas, no lo olvides.

  

Espero que al menos nos quede la EXPO del nabo, en fin.

7 comentarios

Smi -

No olvideis; pero tampoco añoreis esos recuerdos, otros mejores han de llegar, tiempos buenos y regulares, personas buenas y PERSONAJILLOS "IMPRESENTABLES", estos por su propio peso caeran, siempre encuentran alguien que los descuelga.
SEGUIR LUCHANDO SIN DESENIMARSE NI PERDER LA SONRISA

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Vamos a quedarnos con todos aquellos recuerdos maravillosos, vamos a disfrutar un poquito el presente (que a veces se nos olvida) y señorita Quilmes ¡Le reto a un verano mejor incluso que el anterior! ¿Acepta?

QUILMES -

Más que comentario, tendría que escribir mi propia Biblia si de la Expo se trata…
Miles de recuerdos que espero nunca se borren de mi memoria.Suena exagerado pero podría prácticamente decir que una de las mejor épocas que he vivido…
“Época de transición” llamaría a esos meses en los que deje atrás viejas y tristes historias, volví a Argentina después de cuatro años sin darme cuenta y mucho menos imaginar que dejaba del otro lado del charco a quien hoy por hoy, sinceramente, me llena el día a día con sus locuras…No puedo negar que vinieron epocas mejores….que espero sigan existiendo…aunque el camino se desvie….espero siempre tener la opotunidad de volver a ese punto, aunque sea tan sólo por recordar…aquellos momentos...
Un besote enorme Adri! Y que vivan las NOCHES QUILMES!!!!!

Smi -

Tomos notamos un poco o un muchoa la nostalgia de la Expo, pasó pero los recuerdos quedan; como se dice que cualquier tiempo pasado no fue mejor, otras cosas vendrán.
Un abrazo

smi -

Como diría Sardá;"que linea editorial ni hostias",QUE NADIE CONSIGA ROBARTE LA SONRISA,la tuya es sincera y fresca y no como otras que es fabricada con "botox o silicona".Sigue luchando, no te rindas ante nada ni ante nadie.
Un besote

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Lo haré, no lo dudes. Si algo puedo regalar al mundo (no será mi capacidad de autodefensa) será una sonrisa que mueva montañas. Y para mis pequeños tesoros en la mochila esa sorisa será gratis y permanente.
Los pitufos somos así...

Gruñon -

Hay personas que tristemente no deberíais tener permitido perder la sonrisa porque son la alegría de los que alguna vez caen en garras de la falta de energía.

Es tu sino y mejor que lo gocemos a orillas de San Jorge que no lo hagan en Sant Jordi, ya me entiendes.

Hay quien no soporta la sonrisa ajena porque las suyas son todas prefabricadas. Por eso suenan a catacumba con eco podrido.

So..smile