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¿VIVES CON EL ORDENADOR A CUESTAS?

Es evidente que la aparición de las nuevas tecnologías ha supuesto un antes y un después dentro de la sociedad y ha implicado un giro de 180º en la difusión de la información. Sin embargo, estas tecnologías no han incidido de la misma manera en todos los ámbitos sociales y hay una serie de factores que determinan la mayor o menor importancia del desarrollo de ordenadores, teléfonos, móviles, PDAs...

Por ejemplo, no es lo mismo vivir en un pueblo que en una ciudad; o no es lo mismo trabajar sirviendo cafés detrás de una barra, que delante de un ordenador en la oficina de un banco. Generalmente tendemos a relacionar los distintos rangos de edades con la mayor o menos implicación en las nuevas tecnologías, pero en esta ocasión nos vamos a centrar en otro criterio.

Nos hemos desplazado a un pueblo zaragozano, la Muela, para ver cómo conviven con los ordenadores ciudadanos con diferentes ocupaciones, todas ellas fundamentales en la marcha del día a día del pueblo.

J.M. tiene 32 años y pertenece al cuerpo de la guardia civil; cuando se le cuestiona acerca de la importancia de Internet en su vida laboral no tarda en reconocer que es fundamental. Hace 3 años que en el cuerpo trabajan con acceso a la red y con línea ADSL y la mejoría ha sido increíble. Antes, tenían que consultar toda la información, teléfonos de empresas y sobre todo legislación en tremendos libros, ante todo, poco operativos. Sin embargo, ahora tienen esto simplemente pulsando una tecla.

En su vida personal, J.M. reconoce utilizar las tecnologías en todo aquello que le pueda reportar ahorro de tiempo, espacio y dinero. Tiene ordenador en casa, también con ADSL, y lo emplea en su tiempo libre alrededor de 10 horas semanales. Se entretiene descargando música, películas, consultando su correo electrónico... Se considera a sí mismo un “internauta” con conocimientos medios.

La esposa de J.M. es maestra de escuela y ,aunque en su trabajo no utiliza las herramientas informáticas, en casa comparte con él los ratos de ocio frente a la pantalla.

Enfrente del cuartel de la guardia civil trabaja P.G. despachando pechugas, chorizos... ¡en fin! Todo aquello que demanden los vecinos en la carnicería con mas solera del barrio. Este muchacho de 35 años se define a sí mismo como un “analfabeto de las nuevas tecnologías” y nos lo confiesa muy orgulloso de serlo. “Llevo muchos años atendiendo a la gente” – nos dice- “y del mismo modo que yo atiendo me gusta que me atiendan a mí. Por eso el trato impersonal de los ordenadores no va conmigo.” P.G. no tiene teléfono móvil, ni cámara de fotos digital (sigue capturando imágenes con una analógica que le regalaron hace tiempo) y aunque afirma tener ordenador solo lo utiliza para que le desgraven en la hipoteca al ser usuario del servicio bancario por Internet. 

Cualquier actividad le parece mas provechosa que la utilización de tecnologías y cuando le preguntamos si no considera los ordenadores como un buen método para obtener información, nos responde sarcásticamente que su mejor fuente es la del bar del pueblo. “Si quiero enterarme de algo voy al bar y seguro que me lo cuentan” – señala.

Necesitamos un café para templarnos ya que la mañana está fría, de manera que pedimos a “nuestro carnicero” indicaciones para llegar hasta el famoso bar en el que “te lo cuentan todo”. No está muy lejos, en la Muela cualquier lugar está a “tiro de piedra”, así que en dos minutos estamos charlando con M.B., dueña del bar “La Esquina”.

“Yo soy un cero a la izquierda en nuevas tecnologías” – Nos confiesa esta mujer de 42 años. Sin embargo, hace 4 años que tiene ordenador en su casa con línea ADSL.

En este caso nuestra protagonista no está interesada en temas informáticos, pero nos cuenta que tiene 5 hijos de 11, 14, 16, 17 y 21 años respectivamente que viven permanentemente enganchados a Internet.

Sus hijas lo utilizan para estudiar y los chicos para jugar y chatear, así que este “aparato” totalmente desconocido para M.B. permanece todos los días varias horas encendido en su hogar.

A pesar de no mantener una “relación” demasiado estrecha con los ordenadores, esta camarera reconoce que en su negocio si hay un punto en el que el desarrollo le ha beneficiado de alguna manera. En la caja de cambios tiene una pequeña computadora mediante la cual puede recuperar facturas de días anteriores e incluso saber quién le ha pagado la consumición y quién no. “¡Algo bueno tenía que tener!”- nos dice – “Realmente algún día me gustaría aprender pero no tengo tiempo chicos”.

Nos hemos tomado el café y hay que llamar a una última puerta para completar nuestra ruta, se trata de la única oficina bancaria de la Muela (Ibercaja). Allí nos atiende muy amablemente R.G. (40 años), el subdirector, el cual, antes de que terminemos la pregunta de cómo ha influido la aparición de las nuevas tecnologías en su trabajo, ya nos está enumerando las bondades de trabajar en la red. “La entrada de Internet han influido en un 1.000 x 100 en servicios, rentabilidad y nuevas prestaciones”.

En el banco comenzaron a trabajar con ordenadores hace 20 años, y desde entonces se han ido adaptando a la evolución ya que cada cierto tiempo los empleados del banco hacen cursos de reciclado para no quedar desfasados. R.G. ya casi no recuerda cómo era su trabajo antes de la incorporación de los ordenadores a su rutina laboral, aunque si recuerda con horror aquellas “Biblias” impresas en las que consultaban normativas institucionales. “Ahora con un “clic” lo tienes”.

En su casa la pasión por las tecnologías continúa, ya no compra prensa, la lee en Internet y los fines lúdicos tampoco los deja fuera pues descarga películas, música... Alrededor de la semana son 4 las horas en las que la pantalla permanece encendida en su hogar, aunque no es él el único usuario ya que su hija ( una estudiante de 17 años) ha recibido en casa el apodo de “la llavero” por estar todo el día colgada a Internet.

Nuestro último protagonista se cataloga a sí mismo como una persona por encima de la media en este tipo de conocimientos.

Un representante del cuerpo de la guardia civil, un carnicero, una camarera y un banquero con un denominador común, el mismo rango de edad, pero muy diferentes entre sí en su manera de convivir con las nuevas tecnologías. 

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