Orgullo y cansancio
La primera vez que las puertas del ascensor se abrieron en la tercera planta estaba algo aterrorizada. El jefe de deportes me esperaba para hacerme una entrevista, la primera oportunidad para trabajar en periodismo. Todo salió bien y el viernes siguiente las puertas del ascensor volvían a abrirse. Esta vez tenía que buscar un lugar para sentarme y comenzar a trabajar.
Unas diez miradas se depositaron inquietas sobre mi persona. Todo hombres. “Bienvenida a la jungla”, pensé…Aquel primer día me tocó hacer la contraportada del cuadernillo de deportes. Casi me temblaban los dedos cuando me puse manos a la obra. “De La Rosa pierde el volante”, titulé. La mañana siguiente, cuando mi padre trajo el periódico y vi el titular en la página 8, estaba terriblemente orgullosa.
Poco a poco fueron llegando las oportunidades.
“¿Me puedes enseñar algún relato tuyo para ver como escribes?”, me dijo el jefe. Le enseñé un texto sobre inmigración del que no estaba especialmente orgullosa pero bueno, había poco más. Y así, me convertí en la pluma de los jueves para ‘fabricar’ las páginas de nieve. Qué ironía, comenzar a escribir estas páginas y dejar de tener tiempo para subir a esquiar fue todo uno…Hasta tres temporadas he estado hablando del manto blanco.
Difícilmente podría olvidar la primera vez que mi nombre apareció en el espacio reservado para la FIRMA. A.A.G. Era una pequeñísima crónica que versaba sobre los partidos de baloncesto que durante el fin de semana se disputaban en Liga EBA y Liga Femenina. Me hizo tanta ilusión que recorté el artículo y aun hoy lo guardo con infinito cariño.
Entre todos los deportes, mi corazón vuela especialmente con el baloncesto. Escribir sobre el CAI Zaragoza en un periódico de tirada era mucho más de lo que me había atrevido a soñar. Por eso, cuando en mi segundo verano trabajando de redactora me dejaron cubrir la pretemporada, yo daba palmas con las orejas. Fue entonces cuando hice una de las entrevistas de las que más orgullosa me siento, más que nada por lo muchísimo que me costó conseguirla. La primera entrevista que se hizo a Paolo Quinteros en Zaragoza tras conocerse su fichaje.
En ocasiones me dejaron ir al Felipe a hacer vestuarios o las crónicas de ambiente. Y muchos fueron mis viajes al Siglo XXI para acompañar a las chicas del Mann Filter. Al final, les coges hasta cariño…
En estos tres años podría decir sin exagerar demasiado que he hecho un verdadero máster deportivo. La suerte ha querido que escriba de temas de los que poco, o nada, sabía. Ídolos del mundo del tenis, de pádel, de ajedrez… ¿Quién me iba a decir que estaría sentada en los orejeros del Boston con Ferrer, Bruguera… o que entrevistaría al mísmísimo Nadal? O que conocería al pececillo más apuesto de los mares de sur (y del norte, del este y el oeste...).
Aquel día muchas más mujeres compraron el periódico...
Y tantas y tantas historias por las que solo he tenido que pagar un precio: cero tiempo libre, ni un fin de semana de descanso.
Cada viernes, la misma historia. A buscar un ordenador en el que no haya nadie –nunca llegué a tener sitio propio- y comienza la aventura. Cansancio pero mucho orgullo es lo que hoy me queda. Orgullo porque he podido contar a mucha gente trocitos de vida desde mi punto de vista. Orgullo porque hay letras que pasarán a la historia, por lo menos en los corazones de algunas personas. Orgullo porque he luchado como una jabata y porque he aprendido mucho en poco tiempo.
Queda muy poco para que las puertas del ascensor se abran por última vez en la tercera planta. Solo me queda decir, gracias.
1 comentario
Smi -
Con mucho orgullo como padre.
Un beso.