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Una de mocos

Esta es la semana de los niños. Royos, renegridos, con mocos, sin velas en la nariz….de todos los tipos y colores. La señorita doble M se ha tomado unas vacaciones ‘forzosas’ y ahí me he quedado yo con el encargo de sacar niños hasta de debajo de las piedras.

Una piedra, un niño, una piedra, un niño… y si te topas con una roca, mete la cola entre las piernas y sal corriendo porque sale un arsenal de pequeñas personitas que pueden descolocar  mi ya de por si descolocada cabecita.

Solo llevo tres días en este interesantísimo experimento y ya puedo asegurar que la experiencia es intensa.

 

Vamos a dejar volar la imaginación… Una piscina llena de bolas de colores, dos toboganes, cienes y cienes de niños, un cámara resignado y una reportera que no pierde la sonrisa pero teme que se la vayan a comer con patatas de un momento a otro. Y a la dulce Laverne no se le ocurre mejor cosa que hacer la entradilla del repor retozando entre las bolas tras caer aparatosamente de un tobogán no diseñado para treintañeras (precisamente). Aunque la despedida fue mucho mejor.

“Ahora preparáis las bolas y al grito de ‘YA’ se las lanzáis a la cabeza al chico que lleva la cámara”. No voy a ser yo la única sufridora…

Y después de una hora de lucha cuerpo a cuerpo con las bolas y los ‘boludos’ yo quiero marcharme, pero una nena encantadora se me agarra a la pierna, quiere venirse a vivir conmigo.

 

“Señora –a la madre- yo ya tengo un conejo y me da mucha guerra. Creo que una niña en casa no sería buena idea. Entiéndalo, son 40 metros con balcón y todo, no me cabe…”. La señora me mira condescendiente. “Está bien, buscaremos otra reportera incauta”, parece que me dicen sus ojos recelosos.

Esos sí, me marcho con dos peluches que ya han pasado a engrosar la enorme montaña de porquería que inunda mi agradable estancia en la tele.

 

Pero las horas pasan y el despertador –cretino- suena de nuevo.

“Dios, hoy tocan dos de niños seguidos”. Así que arrastrando los pies, por una vez Laverne no da saltitos, cruzo el parque y llego hasta el hogar, dulce hogar…  

Allí se produce el reparto de funciones. Una rubia al ayuntamiento, los batangos a cubrir deportes –por eso de hacer la competencia, con sus músculos excepcionalmente desarrollados, a los nuevos fichajes del CAI, que para eso uno es batango-, una descoyuntada a los incendios “y tu Adriana tienes tus niños”. Sonrisita y al fregao. Calavera suda, eso que todavía no hemos salido a la calle -40 grados-

“Tía, pase lo del helicóptero, lo de las piraguas… pero, ¿dos seguidos de niños? Vamos a morir”

Pero afortunadamente sobrevivimos.

 

“-Hola guapo, ¿me vas a contar que estáis haciendo?-

-No-

-¿Qué?-

-¿Que no?-

-¿Pero, por qué?-

El niño me mira con suficiencia

-Porque no me da la gana-“

 

Empezamos bien. Ahora ya no son ricos ni cuando no levantan medio metro del suelo.

Lo siguiente que recuerdo son 20 críos con ganas de venganza apuntándome con dos docenas de globos de agua y una manguera a presión. Y la reportera sale corriendo como si le hubiesen metido un enchufe por sálvese la parte.

 

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Calavera ha adquirido el color de los tomates maduros y la pitufina ha pasado del azul al verde en menos que canta un gallo.

“¡Taxi, taxi!!!!! A casa. ¡Ay, no! Perdone, no, a la tele, que para el caso…”

Y así se va superando el día a día. Con más pena que gloria. O mejor, con más gloria que otra cosa. ¿No decían que la buena esencia en frasco pequeño? Pues embriagada estoy de enanos, enanitos y enaneces.

Adrinieves y los 700 angelitos, pasaron a llamarla.

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El batango -

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