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Navidades desnatadas

Se acerca la Navidad, una fecha que tengo tachada en rojo en el calendario. Cuando digo tachada me refiero a que la exterminaría de la historia universal. Me las comería con patatas y mucho cava (que es lo que toca estos días) y luego las vomitaría por la taza del inodoro. Siento ser tan radical pero es que el espíritu navideño me resbala cual medusa, cual asqueroso caracol.

 

A dos metros de mi casa han levantado ese tradicional Belén gigante con esas ‘tradicionales’ palmeras a las que solo les falta la Dama de Elche en el regazo. Al menos en España respetan los cánones bíblicos y en el portal solo hay un roro. Lo digo porque el otro día una amiga, que vive en Nueva York, comentaba lo siguiente: “estoy mirando por la ventana el grandioso Belén tamaño natural que han montado en frente a mi casa. Sería maravilloso de no ser por el pequeño detalle de tener dos niños Jesuses. María siente la obligación como católica y médico (en este orden) de comentarles que la virgen no tuvo un parto gemelar. Hay que educar a estos yankis.”

 

Este año tocará ver a Laporta con lo pantalones bajados hacer de cagón en todos los Belenes, al menos en los españoles, porque yo apuesto por Berlusconi con los calzones a la altura de los tobillos. ¡Viva el solsticio de invierno!

 

De momento yo me he resistido a la tentación de lanzarme a las calles a gastar y gastar y gastar. Creo que voy a hacer como el señor Belloch, que ha reciclado las bombillas del año pasado y este año las calles repiten alumbrado. Pobre, paupérrimo y medio fundido, como nuestro Ay-Untamiento de Zaragoza (dedicado a Jouve).   

 

Los regalos tendrán que esperar pero…por lo pronto me he cambiado el móvil por uno con más cobertura. El año pasado se me quedó atascado el día 31 a las doce de la noche con tanto sms estúpido. Al menos este año estoy tranquila por dos motivos: tengo Facebook y las mayores estupideces me llegarán por esta vía y además mi nuevo Nokia ha prometido no atascarse.

 

¡Vivan los cotillones post sms! ¡Vivan los langostinos! y ¡Viva la paga extraordinaria de fin de año!, que en esta ocasión será solamente pa (el ga queda sometido a retenciones y creo que le van a dar por saquete). Vamos, que estas navidades el arbolito de la entrada tendrá la mitad de bolas, la mitad de espumillón pero tooooodo el amor del mundo, que para eso éstas son las fiestas de la exaltación fraternal, ¿o no?

 

De momento creo que voy a intentar concentrarme en perfeccionar mis aptitudes en el PRO, en seguir educando mis orejas con esas bandas sonoras que tan gentilmente me están prestando mis amigos y en hacer algún que otro reportaje ñoño para diversión y disfrute de todos los abuelitos de esta ciudad.

 

Lo siento, pero hoy mi pluma invitaba a la rebelión y no está políticamente correcta (y lo que le queda, que las Navidades se antojan largas, muy laaaaaargas).

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