Uno es de donde nace
Todo el mundo tiene un lugar que le recuerda a los aromas de la niñez. Un pedazo de tierra en el que has crecido, soñado, aprendido y hasta quizá odiado. Yo lo tengo y este fin de semana he regresado a él por motivos laborales. Y bendita mi suerte porque trabajar allí es trabajar en casa.
En el Stadium Casablanca me enseñaron a jugar al baloncesto, a trabajar en equipo, a buscarme la vida y forjar mi propio grupo de amigos. Allí he compartido trocitos de mi vida con esas personas importantes que han marcado mi camino. En la piscina mixta –reminiscencias de los curas- teníamos nuestro propio pino y ojo el que osara extender la toalla en nuestro arbolito…Teníamos nuestra cancha de basket, al aire libre, porque éramos mujeres valientes. Teníamos nuestra mesa en la sala social. Cuantas escobas barridas por el viento del tiempo (y estamos hablando de cartas).
Las fotos lo dicen todo. Tengo álbumes de aquellos tiempos en los que las analógicas imperaban en el reino de los vivos. Fotos de cuando era un mico, una jovencita y hasta de cuando empecé a peinar canas –y eso es un decir- Precisamente esto es lo que me vino a la cabeza este fin de semana.
Se celebraba la 24 edición de Trofeo Cesaraugusta. Y allí estaba yo, alcachofa en mano haciendo lo que mejor se me da; revolucionar el cotarro, entrevistar a todo el mundo y convertirlo en algo que merezca la pena en mi particular fábrica de ilusiones. Y recordé que yo he vivido ese torneo desde prismas tan diferentes que parece mentira que la vida pueda dar tantas vueltas.
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Creo visualizar entre mis recuerdos a una infantil Adriana entre el público viendo jugar a un tal Raúl González, un crack decían. Pocos años después, y convertida en lo más parecido a una ‘pollita’ (como dice mi padre) me pusieron un chándal rojo de ‘coca cola’ y fui azafata del Trofeo. Mi labor era dar donuts a los jugadores y ponerles las medallas. Ser azafata no es la panacea pero tengo que reconocer que lo pasábamos bien. Ahora, años después, regreso para que todo el mundo pueda ver a través del ojo de mi cámara lo que yo he visto durante tantos años. Y me doy cuenta ya no soy la hija del Arpa, ahora el Arpa es el padre de Adriana, lo que son las cosas.
Trabajar el fin de semana es una puñeta. Cobrar una miseria por trabajar el fin de semana son dos puñetas. Estar en la apolillada caja tonta local son tres puñetas y media. Pero tener la oportunidad de difundir a los pocos que nos vean las bondades del Club que me vio nacer bien vale una guerra.
4 comentarios
Smi -
Un besiiiiiiiiito.
Ad -
Un besito a mi compañera de juegos más longeva :)
sus -
Cómo cambian las cosas!A partir de ahora mi lugar más visitado serán.....................LOS COLUMPIOS!!!!!
Un besito.
P.D: me encanta que escribas con este puntito optimista.
Faro -