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pinupball

Vamos a pintar un corazón de tiza en la pared

Hoy nos hemos levantado con un Lorenzo (que no Pedrosa) abrasador que nos daba la bienvenida y nos saludaba al más puro estilo “Hola qué tal, esto es el oeste (o quizá los Monegros), nena abandona tu cuello alto y enseña un poquito de pierna”.

Haciendo caso a la advertencia me he calzado una falda, no demasiado corta, y me he lanzado al libertinaje de una primavera que huele a verano. ¡Por fín!. Soy de las que siempre ha pensado que en invierno deberíamos hibernar, como los osos siberianos. (Que por cierto, son insomnes como yo y cuasan pánico, también como yo...). Deberíamos acumular sin tregua más y más grasa para luego darlo todo cuando Lorenzo nos invita a florecer cual petunias violáceas del Brasil.

 

Y es que cuando los días alargan, cuando sales de trabajar a las nueve de la noche y sigue siendo de día, cuando puedes ponerte un simple vestido de tirantes sin dar la nota… es entonces cuando parece que todos tus problemas son relativos y pueden esperar al día siguiente. “Mañana será otro día”, decía ella…

Vamos a dejarnos de historias y estrenemos las terracitas que se reproducen como setas por nuestra ciudad. ¿Alguien me acompaña en las labores de recolección?.

Además, desde que los bares cierran a las tres y media de la madrugada en lugar de a las seis (como lo hacían antes), nos han obligado a modificar nuestras costumbres de mamíferos rutinarios. Ahora, resulta que hay días que el primer Gin Tónic te lo tomas a las 10 de la noche, por eso de que te de tiempo a hacer la digestión para cuando te inviten a abandonar el garito… Y manda narices que de aquí en adelante… ¡todavía es de día cuando te ponen ese primer copón en la mano!.

No importa, vamos a pecar a la luz del día, que ya llegará el invierno con las rebajas y podremos preocuparnos por haber desparramado nuestra felicidad sin raciocinio, ni dirección.

No importa, vamos a dejar de lamentarnos por no estar juntos, llega el verano.

 

Yo pienso en aquella tarde
cuando me arrepentí de todo.
Daría, todo lo daría por estar
contigo y no sentirme sólo.

 

Las campanas repican en mi cabeza y me dan la señal, llegó el momento de dejar caer el esqueleto por ese club de mis amores. Y nunca mejor dicho porque sus árboles han guardado muchos secretos, amores y sinsabores de adolescencia. Han sido testigos mudos de un tiempo de deporte, de trofeos (algunos descansan en mi antigua habitación recordándome que un día fui buena jugando a algo…). Creo que en alguno de esos pinos aún estará mi nombre dentro de un corazón cruzado por tu flecha, la que lazaste un día esperando devolución –nunca hubo viaje de vuelta-.

Hoy digo hola a este improvisado verano de ¿San Martín? ¿San Miguel?... Creo que ninguno, qué más da, a este verano empollón adelantado a su época. Y para dar el pistoletazo de salida me apunto al concierto de mi truhán de día, truhán de noche preferido.

¡Ah! Hoy me han invitado a la inauguración del Club Naútico (con alcachofa, claro), ¿Se apunta algún marinero?

1 comentario

smi -

Simpatico este comienzo de verano. Me apuntaria a lo del Club Nautico, si fuese mas joven y tuviese barco.